
“UN DIÁLOGO DE AMOR”
Como primera intención, éste artículo pretende abrir expectativas al conocimiento y la acción, para padres de pequeños guerreros, siempre demandantes y llenos de necesidades, como bien dice Henry Wallon, “Los niños solo saben vivir su infancia, conocerla es asunto del adulto”.
El ser humano es una combinación entre lo biológico, psíquico, social y afectivo. Su desarrollo y crecimiento se relaciona con la genética, el entorno que lo contiene y que le brinda experiencias tanto emocionales, sensoriales y de movimiento lo llenan de estímulos y es sin duda fundamental en el equilibrio armónico y sustancial.
La afectividad, permite que el encuentro con una experiencia placentera produzca un aprendizaje significativo, que se almacenará en el pequeño produciendo en él, la base de futuros aprendizajes superiores, conocimiento de sí mismo y de su propio cuerpo, seguridad y una elevada autoestima.
En el párrafo anterior, la afectividad nos induce a pensar directamente en la relación MADRE – HIJO, pues es la madre o quien la sustituye la primera persona que le brinda amor y un significado afectivo al ser humano, reconociéndole y permitiéndole observarse en el espejo de una mirada del amor que lo construye. La comunicación materna se traduce en un diálogo – tónico – emocional, que significa como su nombre lo indica una comunicación a través de los músculos del cuerpo y del contacto de la piel, de la mano a experiencias afectivas importantes, es decir el contacto y la emoción. Es la madre, quien a cada paso, le da un significado al encuentro del bebé con el entorno, por ejemplo si el bebé de manera inconsciente dibuja en su rostro una sonrisa, la madre hará una gran fiesta de emoción, festejando el evento, contribuyendo a que el bebé lo intente de nuevo hasta hacerlo voluntario y así volver a establecer este lazo de comunicación puramente afectiva, es así como el bebé aprende, es así como se traduce en la mirada del otro, es así por último como crea el interés por experimentar hasta lograr producir en él y en los otros cambios a voluntad, llevándolo al aprendizaje y a una gran seguridad en él mismo.
De ahí, el pequeño comienza a investigar los espacios haciéndolos suyos, gracias a que puede separarse de su madre, pues se sabe importante y amado, ya no es necesario estar unidos físicamente, ahora es un ser independiente, puede desenvolverse solo con el recuerdo del sonido de la voz o bien el de la imagen de su madre, se siente seguro, como ejemplo; cuando, los pequeños entran a la escuela, les da mucha seguridad, estar cerca de sus objetos preciados, pues ahí está depositada su casa y su madre, como en su lonchera, una frazada, su juguete favorito (objeto transicional), esto de igual forma le permite integrar paulatinamente a otras personas y a los nuevos objetos, y así lograr la exploración y dominio de su entorno.
Cuando el entorno es favorecedor, cuando está envuelto en posibilidades positivas de experiencias y estímulos adecuados y armónicos, el pequeño se integrará, se formará como un ser individual y autónomo, pero sobre todo ÚNICO.
La Familia construida como un sistema equilibrado, podrá brindar observación constante a las necesidades de su pequeño, constante protección, estímulos adecuados a la etapa de desarrollo, equilibrio y camino en base a pasos firmes, todo esto para lograr que estos incansables guerreros se sientan en paz y felices.
“Doble maravilla: hablar con el cuerpo
y convertir al lenguaje en un cuerpo.”
Octavio Paz.
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