Dragones en el cielo

Por María García Esperón
Hace muchísimo tiempo… todo era posible.
Hace muchísimo tiempo… todo podía ser.
Hace muchísimo tiempo comienza el libro que hoy nos reúne, que ha escrito Sergio Andricaín y ha ilustrado Israel Barrón y que ya navega en la colección Mar de cuentos, de nuestra Ediciones El Naranjo.
Tan solo abrir el libro nos pone en un estado del alma, nos sitúa en este paisaje que preludia la atmósfera de cuento, la atmósfera encantada en la que viviremos a continuación, página tras página, línea tras línea, imagen tras imagen.
Tan solo al abrirse, Dragones en el cielo nos rapta –sí, como a los místicos sus trances melodiosos- nos rapta de este mundo externo y de este tiempo cotidiano y nos lleva al corazón del tiempo y a un espacio misterioso en el que podemos percibir la grandeza.
El mundo es grande, dijo Rilke, pero en nosotros, es profundo como el mar.
El mundo es grande, es inmenso en este libro y es profundo como el misterio que Sergio Andricaín nos quiere develar en su lenguaje tan sencillo y limpio, inocente, etéreo y humilde, poesía de una prosa que nos conduce por senderos esenciales, por un bosque y un pueblo y una cabaña y el taller de un herrero.
Así raptados, así extraídos del mundo exterior que nos limita, del tiempo cotidiano que nos erosiona, estamos ya probando el sabor del infinito.
Y entonces se dibuja la posibilidad de la criatura. La protagonista de los cuentos. La que vuela pero también se arrastra, la favorita del fuego. La del cuerpo de serpiente y preciosos talismanes. En el cuento y en nuestras vidas descubrimos eso que los hermanitos de este libro han descubierto. Y con ellos empezamos a cuidarlo, a imaginarlo, a presenciarlo…
Y con ellos y con el exquisito trabajo de ilustración de Israel Barrón empezamos también a dibujarlo, a detenernos en cada una de sus escamas, que pareciera poseer un sentido único, un patrón especial, que cada una fuera un oráculo y un destino, porque Israel Barrón, gran artista, ha intuido que el dragón es una de las más grandes metáforas del tiempo y de la transformación.
La ilustración posee sus propios infinitos, sus peculiares reflejos y sus magias portentosas: hay dibujos dentro de los dibujos, puesta en abismo que intensifica nuestra experiencia lectora. Y ya totalmente conquistados por el libro aceptamos el compás de espera que el tiempo narrativo convertido en tiempo de los procesos naturales, nos propone: hay que esperar que aquello que está en el interior de un huevo se revele.
Es algo que sentimos animado e infinito, sagrado y promisorio, que sabemos cerca pero está tan lejos, resguardado por el engañosamente frágil cascarón. Que por cierto pareciera en el libro que ha surgido invocado por las palabras, por esa habla del ángel y del niño, que se susurra desde el corazón del tiempo, con los ojos cerrados:
El bosque es de humo,
el bosque es de sueños,
no tiene comienzo
ni tampoco fin.
El bosque te encanta
con sus mil secretos,
lleno de misterios
por descubrir.
Misterios por descubrir… qué hambre deliciosa nos ataca, que dulce e impaciente puede ser la espera.
El huevo se rompe desde el interior y… ¿qué es?
Es el río de la luz, las aguas primordiales, el genio del lugar, el yo inmortal presente en todas las cosas, el torrente de la vida, los cuatro elementos, el señor indiscutido de todos los tesoros y el dueño de todas las letras de Hace muchísimo tiempo… es el conocimiento completo de todo lo maravilloso que en el niño es presente y paraíso y en el hombre nostalgia. Es este ser que nos es dado admirar en este objeto de felicidad y de arte que es este libro y del que nos podemos apropiar sus talismanes. Porque este ser alado que veremos brotar en el mirador mágico del libro es una potencia que contiene en su interior todas las posibilidades de belleza de que lector, lectora, puedas ser capaz.
Bajo la sencillez del lenguaje narrativo, Sergio Andricaín ha guardado, quizá escondido para que los encontremos, joyas de una ancestral sabiduría y símbolos poderosos –el bosque, la choza, la luna, el herrero- que, cuando los reconocemos, nos conducen –niños o adultos- a una de las experiencias más profundas que deparan los libros: el despertar de la mente. Quien lo ha vivido nunca lo olvida. Ha visto volar al dragón. Ha montado sobre su lomo y visto la aldea, la choza y el bosque de otra manera. Y sabe que la luna es la joya que el dragón custodia y que ella convertirá en realidades los deseos de su corazón.
Porque…
Hace muchísimo tiempo… todo era posible.
Hace muchísimo tiempo… todo podía ser, como…
Dragones en el cielo, de Sergio Andricaín e Israel Barrón.

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